La tierra del sol, el buen vino y Neil Young


Auto. Ruta. Montañas siempre allá al oeste. Cielo muy azul. Sol. Camiones. Arboles. Muchos árboles en fila. Plantaciones. Neil Young cantando Down by the river, fuerte. Ventanilla baja. Viento. Viento por la ventanilla baja. Curva. Cartel pintado a mano y atado con alambre. Giro en U hasta el santuario de la Cruz Negra.
Silencio.
Desierto y silencio y sol y cielo azul. Muy azul.
Miro, casi sintiéndome un intruso, las cosas que dejaron en el santuario los muchos peregrinos. Pedazos de autos. Fotos que siempre parecen de hace mucho, no sé, de los años 40. Zapatillas. Ropa. Alguna camiseta de futbol. Rosarios. Muchos rosarios. Estampitas de vírgenes y santos. Patentes de autos. Muchas. Nuevas, viejas, de varias provincias y varios países. Una patente ADN-666. Piel de gallina. Botellas vacías, blancas, verdes. Botellas verdes. Sol que empieza a esconderse en la cordillera y pasa a través de las botellas vacías. Carritos de bebé. Flores de tela. Flores de tela gastadas y descoloridas.
Silencio. Viento y cielo más azul.
Me acuerdo de una frase del libro que estoy leyendo –"...estaba testeando las profundidades del silencio. O las ganas de uno de estar en silencio. O el miedo a esas ganas..."–. Otra vez, piel de gallina.
Unos perros ladran. Me ladran.
Vuelvo al auto.
Vuelvo a poner Neil Young, más fuerte que antes.
Vuelvo a la ruta vacía.
Sigo para adelante, sin parar, sin mirar atrás y cantando fuerte. Más fuerte que antes.

there's a place


Ordenamos. Desordenamos. Seguimos ordenando. Editamos. Terminamos de ordenar.
Porque, sí, lo sabemos, cuando uno empieza con esto, lo que realmente empieza es un efectodominó que todo lo arrasa y en vez de durar unas horas, la cosa termina durando días. Si termina.
Y, entonces, entran un par de sillas –unas demasiado hermosas-cómodas-clásico-de-clásicos-ahhhh LCWs de los Eames– y toda la casa y todas las cosas tienen que empezar a buscar un nuevo lugar. Porque la cosa es así. No hay otra. Y así van de acá para allá libros, discos, objetos, cámaras de fotos, letras, lámparas, botellas, tazas, latitas de Altoids, postales de museos, más libros, más discos, sillas LCW.
Dominó uno volteando a dominó dos y dominó dos volteando a dominó tres y etcétera etcétera y, varios días después, todo está en su lugar y nosotros estamos cansados pero contentos y nos damos cuenta de que uno le encuentra el lugar a cada cosa y ahí ve que al final encontró un lugar.
Un lugar para uno.
Está sonando Duke Ellington. Anatomy of a murder.
Elegimos, de todas las cosas que ahora están en su lugar, unos vasitos que eran de la pulpería del abuelo de Ana y que tienen como cien años, nos servimos un rico Black Label, miramos alrededor, lo saboreamos –el trago y el lugar– y sonreimos.

PS: y, como para que las piezas caigan en su lugar del todo, justo –¿existen las casualidades?– publican una nota sobre casa en CasaChaucha.